lunes, 24 de noviembre de 2014

CENTRIFUGA.

Clavo los ojos en el reflejo de mi cara de gilipollas,
la misma que tengo desde hace mucho,
que da vueltas y vueltas entre espuma y lágrimas
junto con las prendas descoloridas que heredé de alguien.
Las máquinas, unas encima de otras,
temblando,
queriendo liberar el monstruo de telas que escupe contra la puerta,
y yo ahí, acorralado,
 esperando a que termine este día de mierda,
o esta vida,
sintiéndome como un idiota
partícipe de mi propio aislamiento,
director de la orquesta
que no sigue al maestro;
violines de jabón,
tambores que giran,
peceras llenas de un público húmedo
de cadáveres sonrientes.
-¿Qué coño hago aquí?
En esta habitación
que huele a la hipocresía del jabón sobre la mierda
con esta ropa de otro
que pesa toneladas
apretado,
asfixiado,
atrapado en una pompa de humo
que ahoga este cóctel de pensamientos centrifugados…
todo me pica,
pero cómo voy a rascarme el cerebro.
Aparecen los minutos que le quedan a mi lavado
-3-
en una pequeña pantalla.
Ha sido un lavado común,
sin altercados, como la mayoría.
Un lavado destinado a secarse al sol,
en el patio, a la vista de todos.
-2-
y yo sigo allí, con mi cara,
que gira sin girar,
pero ahora me levanto
y veo  los peces dando vueltas;
boca arriba,
boca abajo
y me quito los zapatos
de amargo olor a desidia
mientras los peces hacen piruetas
con sus cuerpos inertes
que se dejan llevar
libero mis tobillos
de la soga sudorosa
de unos calcetines ametrallados.
El suelo de la habitación es frío,
pero el gato negro sigue girando,
en la lavadora,
destiñéndose,
intercambiando colores con mis camisas,
y los peces muertos cantan bajo el agua
y yo me quito los pantalones,
los calzoncillos con mierda
y la camisa,
y solo le queda un minuto a mi lavado,
y el gato negro ya es casi blanco,
y mi teléfono suena ahí dentro,
porque a mi ya nadie me pregunta:
‘¿tienes algo de valor en los bolsillos?’
a no ser que quieran dinero.
y es Ella, pero no importa
porque cada vez da más vueltas,
y apenas se distingue nada,
es todo una masa difusa
de mierda limpia
y yo veo el puzle de mi cuerpo
desnudo
reflejado en las ventanas
de las otras máquinas,
y ahora tengo más
porque ya no tengo nada
y me doy la vuelta,
le doy  la espalda a la mierda
que llega a la culminación del giro,
porque hoy me permití el lujo
de programar un lavado largo
pero ahora salgo a la calle,
sin oír gritos de sorpresa
-‘porque ahí va el tío que no lleva sus Levis’-
porque la calle está desierta
y empieza a nevar,
pero los copos no caen como siempre,
bailan en espiral antes de morir en la acera
y los coches
ya no descansan en el asfalto
porque todo está girando
y las lágrimas
-que son de libertad-
desandan el camino andado
y vuelven a mis pupilas
porque estoy al revés,
y mi cara triste
ya no lo es,
porque boca abajo
se convierte en sonrisa.

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