domingo, 26 de abril de 2015

Estoy en duelo
porque mi infancia ha muerto.

He abierto la bolsa de los días
para esparcir las semillas
sobre la tierra estéril y abandonada,
para que crezcan helechos 
robles, cerezos, palmeras
para que renazcan las flores
y el rocío conozca el reposo, 
para que vuelvan abejas
a posarse
y desposarse
para que en mis manos tiernas
no haya maldad ni sexo
y la sangre fluya 
por dentro
discreta
como ríos larguísimos
durmiendo bajo tierra,
para que mi olor
a nada huela
y la noche 
sea el más misterioso
de los misterios
que me rodean.

pero mis manos 
cobijan ceniza 
como arena de luto
y el enigma de la noche 
se desvela;
 un cofre abierto
y destripado.

La sangre que escupo
se enfrenta a la tierra polvorienta.

Por eso,
al ver el destello moribundo
de la tarde anaranjada
lo he sabido:
mi infancia ya estaba muerta.